Mairal y el soneto juegan al poema*
Pornosonetos de Pedro Mairal (antes publicados en ediciones dispersas con el seudónimo de Ramón Paz) ostenta el poco halagueño record de ser cuatro veces conservador. Es conservador en la forma, ya que la elección del soneto, y la consecuente técnica de la métrica y la rima, atrasan siglos en el desarrollo de la poesía. Es conservador en el lenguaje: un coloquialismo chato y efectista que se aferra a un léxico erótico simplón (“culo”, “tetas”, “poronga”, “tajo”, “chota” se ubican entre las voces más arriesgadas de su pornovocabulario). Es conservador en lo ideológico en tanto reproduce el estereotipo del goce masculino y heteronormativo, cuyo lugar de enunciación es eminentemente fálico (“me zumba la poronga fluorescente/ como espada de jedi con estática/ me hierve la capacidad espermática/ las bolas repletísimas de gente”) y cuya destinataria de descargas eróticas se reduce a perímetros objetualizados del cuerpo femenino (“ricardo conoció a una morochaza/ y se mudó a su culo de por vida/ la morocha le dio la bienvenida/ y él tuvo entre cachetes nueva casa”).Por supuesto, se podría argumentar que la moral no aplica a la literatura o, antes bien, que el machismo explícito de estos sonetos es índice de ironía y desfachatez. Y es cierto que tanto el género poético vetusto como el registro oral mediocre también pueden encontrar una justificación en la excusa de ser “medio en chiste”. Es que esta tríada de conservadurismos se rescata mutuamente y no sobrevivirían dos sin la ausencia del tercero. ¿Sería interesante un soneto de Mairal sobre, digamos, el mar, la luna, el monotributo? ¿Estaría dispuesto a escribir un poema de amor en verso libre? ¿Y un poema falocentrista en verso libre? De alguna manera, la combinación de las tres líneas bajo una cúpula jocosa buscan poner a los Pornosonetos al resguardo de toda valoración estética. Incluso leídos desde el género soneto dejan mucho que desear; por su reiterada acumulación de conectores, las rimas fáciles (“estrellas” con “bellas”; “dura” con “calentura”) y el absoluto desinterés por trabajar la sintaxis dentro del verso ni la semántica dentro de la estrofa.
Pero el cuarto y más terrible aspecto conservador de los Pornosonetos (el único realmente imperdonable) es la estafa puritana de enunciar como “porno” textos incapaces de encender una excitación en quienes los leen. Porque no lo son; no son pornográficos, no incitan el goce voyeurista ni fabrican un placer en la verbalización de la sexualidad. Los sonetos de Mairal apenas pueden leerse como poemas de amor remanidos, repletos de lugares comunes, conjugados en el decadente tono porteño del piropo (“qué rubia más hermosa toda suave”, “qué lindo te quedaba ese vestido”); una colección de estereotipos femeninos catalogados por color y nacionalidad (la gringa, la rubia, la morocha, la negra, la brasileña, la paraguaya), en la que los pocos actos sexuales referidos quedan sepultados por una caterva de metáforas (“tengo un camión de sancor en las bolas”), elipsis (“y amazona después sobre la dura/ dejándote caer sobre tu peso”), comparaciones (“tu culo de melón superlativo”) y metonimias (“la rígida firmeza la empinada”), que los sitúan, más que en la disruptiva tradición de la literatura pornográfica, en el suave y cordial branding del erotismo comercial.
Por eso, aunque los Pornosonetos pretendan aggiornar una poética del género (“yo tiro alguna idea y me rebota/ el soneto devuelve la pelota”) y el yo lírico añore un trip estético al lamentarse “la concha de la lora quiero un viaje/ que me lleve hasta el fondo del lenguaje”, los numerosos poemas de Mairal no se alejan mucho de las rimas simpáticas del chistoso de la clase.
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* Publicado con el título "Pedro Mairal, al son de las rimas guarangas" el 07/11/2018 en Revista Ñ:
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/pedro-mairal-rimas-guarangas_0_FWppvkmae.html
Es la reseña más patética que leí en mi vida.
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