Sarmiento corregido, ampliado y nunca definitivo (Ñ / Clarín)


Las novelas El inmortal de Gustavo J. Nahmías y Sanmierto de Emilio Jurado Naón revisan y discuten la herencia del padre del aula.

por Diego Sasturain

En un artículo del año 78, “Así es Sarmiento”, José Bianco revisa un texto de Paul Groussac, “Sarmiento en Montevideo”, del año 1883, en el cual el escritor francés cuenta la impresión y algunas aventuras compartidas al conocerlo, de casualidad, en esa ciudad. Desde el comienzo del artículo, Groussac –otro autodidacta orgulloso y arbitrario asumido– claramente está predispuesto a detestar a Sarmiento, al que llama “ilustre masticador”, entre otras cosas. Le molesta como come y el ruido que hace en su habitación al vestirse (ocupaban cuartos contiguos). Pero Groussac poco a poco va siendo cautivado por Sarmiento: observa cómo se maravilla por unos malvones que le faltan en su colección, su histrionismo en las visitas a una escuela y al manicomio local, al que se niega a entrar: “Dicen que tengo alguna propensión a la cosa, y no sea que me parezca bueno quedarme allí”, les dice a las monjas. Además cuenta chistes verdes.

El tema es la personalidad de Sarmiento, la capacidad de reírse de sí mismo: “¿Cómo queréis que muerda la sátira o la mofa en esta personalidad excepcional, que se le anticipa y, curándose en salud, embota de antemano el posible y previsto epigrama?”, se pregunta Groussac.

En Sanmierto, desde el título Emilio Jurado Naón se propone una escritura complementaria en clave excesiva y desbordada, antihagiográfica, que lleva al paroxismo al yo sarmientino: parte de los textos de Sarmiento y los amplía. Jurado Naón juega con el borde externo del estilo de Sarmiento y poco a poco lo va llevando al extremo.

Escribe Sarmiento en Recuerdos de provincia: “Fue solemne y tierna nuestra despedida. Seis u ocho niñas de diez y séis años, cándidas y suaves como los lirios blancos, agraciadas como los gatillos que triscan en torno de su madre...”. Reescribe y expande Jurado Naón: “Fue solemne y tierna nuestra despedida; solemne como el mármol de la tumba de Facundo, que resiste todavía los embates de la historia y del viento indolente en la Recoleta [...] Seis u ocho niñas de dieciséis años, cándidas y suaves como los lirios blancos; atemorizadas y curiosas como polluelos recién devenidos gallina (recién, tan recientemente que apenas logran olvidar los abandonados avatares de la cría: guijarros del camino les hacen trastabillar, pisadas cercanas las espantan, el círculo solar escandaliza sus ojos)”. Más tarde, las niñas son seiscientas ochenta y luego una, que es violada por Sarmiento. Jurado Naón no deja una sola frase anodina, lo suyo es más bien la prolongación de una lengua excesiva, su desborde.

Este procedimiento es aplicado a cinco episodios menores: la citada despedida de Sarmiento de las estudiantes sanjuaninas; sus tribulaciones después de dar a imprenta un furibundo artículo en Chile; la narración del encuentro con Villegas en Martín García; el encuentro con el comandante Sandes y, finalmente, el avance del Ejército Grande hacia Buenos Aires.

Sanmierto puede leerse como una operación consistente en resituar a Sarmiento en el centro de la tradición literaria nacional de la fabulación. En su prólogo a Facundo, Borges dice: “Es lícito conjeturar que el hecho de haber recorrido poco el país, pese a sus denodadas aventuras de militar y de maestro, favoreciera la adivinación genial del historiador. A través del fervor de sus vigilias, a través de Fenimore Cooper y el utópico Volney, a través de la hoy olvidada Cautiva, a través de su inventiva memoria, a través del profundo amor y del odio justificado, ¿qué vio Sarmiento?”.

En el Facundo se puede leer también una frase genial y clave a la vez: “Rosas no plagia a Europa”. El propio Borges continúa la tradición, no solo en sus falsas atribuciones o en “Pierre Menard, autor del Quijote”, sino en un texto clave como “El escritor argentino y la tradición”, que, en el núcleo de su argumento en contra del color local, como prueba, afirma que en el Corán no hay camellos, cosa que es falsa. Es verdad, en cambio, que Sarmiento llama a los gauchos “beduinos” en el Facundo.

En última instancia, Borges, en dicho texto, es sarmientino: tenemos todas las tradiciones que queramos darnos, no tenemos por qué ceñirnos a la herencia española. Son textos que resuenan unos con otros, alrededor de la lengua, la literatura, la mentira, el plagio y la identidad nacional: la idea de que la nación se funda y explica con un texto.

Sanmierto incluye un “posfacio”, una Quinta Carta Quillotana de Juan Bautista Alberdi, que junto con la contratapa ofrecen una clave de la lectura “correcta”, en un gesto típicamente de intervención.

Así también operan la ilustración de la tapa –que muestra un Sarmiento niña– y las fotos que abren cada capítulo: del comandante Sandes y sus más de cincuenta heridas, de una estatua de Sarmiento cubierta de excrementos, etc. Retomando la iconografía, es famosa la foto del cadáver de Sarmiento acomodado en su silla de trabajo en Asunción del Paraguay.

Ese es el punto de partida de El inmortal (Edhasa). En realidad, comienza un poco antes, en la noche de agonía, aunque, como el título indica, su voz trasciende el episodio de la muerte. En esta novela breve, Gustavo J. Nahmías también recurre a la primera persona, que en este caso repasa y hace un balance de distintas decisiones y momentos de la vida del prócer.

El lecho de muerte –la mínima ficción– es la puesta en escena que justifica un repaso y glosa de los principales temas y preocupaciones de Sarmiento, pero dentro de una defensa de su voluntad positiva: “No me arrepiento de nada. La historia me avala y la providencia me protege [...] Nadie puede negar que empeñé mi vida por esta patria, que luché sin respiro por esta nación. Algunos me llaman ‘El Loco’. Otros, ‘Don Yo’. ¿A mí... que logré lo que muchos quisieron ser en sus vidas? ¿A mí, que lo único que me faltó fue ser obispo y porteño?”.

Sarmiento piensa en las mujeres de su vida, en sus debates por la educación laica, recuerda a Dominguito, ajusta cuentas con Mitre, con Alberdi, con Roca y con Hernández y el Martín Fierro, que transcurre durante su gobierno y ocupará el lugar de texto fundacional de la literatura nacional. Es un Sarmiento que se piensa desde la historia y no desde la literatura.

Como resultado, la novela de Nahmías le quita lo más provocador de su escritura: la capacidad de fabular y persuadir. Es un Sarmiento veraz, confesional, contradictorio, pero, y a pesar de esas incongruencias, en última instancia un patriota positivo, humano. Quizá su claridad lo vuelve un libro más interesante para el debate historiográfico que para la ficción.

Como sea, Domingo Faustino Sarmiento continúa siendo el autor clave en el cruce entre escritura y política. Como señala la ensayista Beatriz Sarlo, se trata de un “paradójico destino para el intelectual, cuya fuente de poder son únicamente la escritura y el discurso, pero que debe acceder por ellos al lugar donde es posible el ejercicio de la fuerza”.

El inmortal, Gustavo J. Nahmías. Edhasa, 128 págs.

Sanmierto, Emilio Jurado Naón. Leteo, 136 págs

Reseña: La canción de los vivos y los muertos, de Jesmyn Ward

El gótico sureño revisitado desde Netflix
Linchamientos, trabajo esclavo, adicción, violencia doméstica y odio resumen para Ward el siglo XX de los EE.UU.

por Emilio Jurado Naón

Parchman Farm, la Penitenciaría de Misisipi, es el perímetro elegido por la novelista estadounidense Jesmyn Ward para unir, en clave de gótico sureño, el pasado y el presente de la violencia racial contra afroamericanos. Linchamientos, trabajo esclavo, adicción, violencia doméstica y crímenes de odio encubiertos por la policía se entrelazan, en La canción de los vivos y los muertos (Sing, Unburied, Sing), con la historia de una familia que ha vivido en carne propia gran parte del siglo XX estadounidense, y lo que va del XXI.

A pesar de la compleja trama de personajes, intenciones y tiempos narrativos que elabora la novela (y cuyos nudos la contratapa del libro aprieta aún más), la historia se puede resumir como la errancia de un alma en pena en busca de la verdad acerca de su muerte. Allá lejos y hace tiempo, cuando el abuelo del joven Jojo cumplía condena en Parchman, actuó como protector de un joven presidiario, Richie, blando ante los trabajos forzados y la malicia de los guardias. La penitencia postmortem de Richie encuentra su razón de ser cuando entra en contacto con Jojo, quien detenta en secreto el don oír la canción de los muertos. “Hay palabras que no entiendo, como si le hubiera dado vuelta al lenguaje. Un animal despellejado, con la piel al revés”, piensa Jojo en uno de los momentos más álgidos de este relato faulkneriano.

La precisión de imágenes sensoriales, el monólogo interior y los cambios de perspectiva dan cuenta de un trabajo concienzudo del género novelístico, en la corriente del modernismo. Sin embargo, la corrección política que lleva a La canción de los vivos y los muertos a acumular subtemas de incumbencia social (al racismo se le suman la violencia familiar, la maternidad adolescente, el consumo y el tráfico de drogas), y la multiplicación de géneros literarios a mansalva (el terror trabajado con pluma cinematográfica, pero también el road-trip y la novela de aprendizaje) invitan a leerla más como un buen punto de partida para una película futura que como una novela moderna. (Tal vez sea eso la novela moderna de la actualidad: un escalón a Netflix).

Es innegable la calidad narrativa del libro que le valió a Ward el National Book Award (¡por segunda vez!), pero, a riesgo de sonar estulto, la calidad no lo es todo. Se puede disfrutar el oficio de una novelista, incluso las variaciones en el estilo a la hora de reactualizar temas y conflictos que hace ochenta años fueron innovadores, pero lo cierto es que la técnica de esta novela parece seguir los pasos pautados de la escuela de guion hollywoodense: jugosa presentación de los personajes y sus vínculos, contexto político reconocible y aceptado como “importante” por el pensamiento socialdemócrata, y un final revelador (en este caso, cómo y por qué murió Richie), a la vez enternecedor y tremendo.

Una novela sin riesgos estéticos y con un final predecible es eso: una novela buena.

La canción de los muertos y los vivos, Jesmyn Ward. Trad. F. González L. Sexto Piso, 260 págs.

Publicada en Revista Ñ / Clarín, el 04/07/2019

Sanmierto o el regreso del escritor (Evaristo Cultural)


En su último libro, Emilio Jurado Naón retoma la figura del prócer y juega con el lenguaje reorganizándolo para proponer nuevas formas literarias experimentales.

Sanmierto, Sarmiento, Sarrrrniento…

Terminado el Sanmierto de Emilio Jurado Naon es inevitable caer en esta y otras confusiones
ortográficas indignantes para la Real Academia. Así como el orden del lenguaje que debe
emplearse para escribir una novela, relato o un poema se ve vituperado. Pero nada de eso es
Sanmierto, en realidad, sino más bien los relatos de vida del prócer mitrista y patriótico por
excelencia. Para ello hay un uso de la prosa que, si Sarmiento viviera, estaría orgulloso de
haber hecho escuela. ¿Cómo volver a hablar de Sarmiento – tal vez junto con el Martín Fierro-
el y los poemas esfingos fundamentales de nuestra patria fundadora más remitidos por la
literatura de todas las direcciones y sentidos políticos? Parodiándolo, por supuesto. El
parodiador parodiado. La farsa se repite.

“Estaba frenético, demente, y concebí (uñas chirriantes contra la mesa de caoba, arruinada su
limpidez pura por las rayas paraleloides de un pentagrama colérico) la idea sublime de
desacierto de castigar a Chile entero ¡Chile todo!, de declararlo ingrato, vil frenético infame.
Me imaginé de crudas botas de montar y montándome a Chile entero, todo Chile: yo arriba
estrujando los lados de un potro indómito que, cimbronazo a cimbronazo, cedía. Y se volvía
pasivo ante mis descargas sádica ¡plaum! ¡pla! Con el látigo de tres puntas laceraba el lomo de
la bestia, los ojos eyectados en sangre, resoplando mucosa burbujeante por los lagrimales y
eyaculando baba entre labios de complot.”

Retomar una de las mejores plumas de la nación agropecuaria y sus propias autoreferencias
vivenciales, pilares estructurales de la literatura argentina, y reescribirlas es la consigna. El
lenguaje del maestro del aula evolucionó y ahora en Sanmierto se expresa en un presente
literario de un país que, estoy seguro, nunca soñó; donde priman desde obras de
problemáticas burguesas del norte citadino en lenguaje grabado y escrito por escribas
electrónicos, hasta las más interesantes (y las que nos gustan) reinterpretaciones de nuestras
obras clásicas literarias con nuevas perspectivas como La China Iron, pasando por reescrituras
de una historia Argentina que nunca existió en esta dimensión – pero sí en otros multiversos,
¿quién sabe?- como un episodio en la vida del pintor viajero o, entre otros, la antología de la
literatura Argentina de Jimena Schere, jugando con un lenguaje castellanizado rioplatense que
ha cambiado en sus fonemas como debe cambiar en su sintaxis.

“Blanca como los almidonados alumnos de la Escuela de la Patria.
-¿Qué patria? ¿La mía o la suya? A no confundir. Usted abusa de las comparaciones, recurso
filoso si los hay.
-Pero, Domingo Faustino… está perdiendo el hilo de la parábola.”

Sanmierto es un personaje de escritura pegajosa más propia del siglo de oro español que de
las literaturas revolucionarias de Latinoamérica, pero en el humor radica su impronta. La ironía
oculta (o no tanto) dentro de una terminología de otro siglo (renovando su frescura alternando
onomatopeyas e interjecciones) y oraciones enumerativas, podrían llevar al lector al olvido de
la temática que trata, pero un giro donde se entiende que tales palabras no eran más que un
insulto a una patria (¿cuántas hay?), el cercenamiento de una niña, el seco y grietoso desierto
sanjuanino o los compañeros de armas e ideas y sus peculiares fisonomías, eleva la oración y
descansa la vista. En los giros permanentes pasamos de interpretar los detalles microscópicos
de la biota verde pampeana a cómo avanza un ejército de manera zigzagueante para organizar
una república o un simple motín que acabe con la nación antes de nacer. Una dinámica
adictiva que no se detiene hasta el punto final, donde, mención aparte, aparece un posfacio crítico y destructivo del verdadero enemigo (examigo) intelectual del padre del aula: Juan Bautista Alberdi.

La propia escritura citada del prócer permite jugar con las formas y enredarse con palabras
abriendo múltiples relecturas y liberando también mundos imaginarios, fantasiosos,
metafóricos, que pueden estar ocurriendo como también pueden ser parte de la mente del
narrador que piensa como interactúa; en voz alta (¿o escrita?). Sin faltar también, eso que
tanto nos gusta a los criollos: sangre y escatología.

“Yo quedé con la mente enturbiada; pero, qué hacerle: me abrí el cráneo con un cortaplumas
– obsequio de despedida que Montt había sabido ofrecerme en mi vuelta a Chile – y descuajé
cerebro y cerebelo para, acto seguido, sumergirlo en una pecera de desbordante vinagre (…)
Momentos después llegó el Dr. Tamini y ordenó que me volvieran a colocar las partes en el
vacuo cráneo. Los vasallos del gobierno central se agitaron en derredor y acataron órdenes: la
tapa fue cerrada pero quedó medio abierta: ¡clanc clanc!”

La portada del libro muestra a un Sarmiento transvestido de dama antigua con un abanico, sin
perder su clásica mirada ilustre hacia un horizonte imaginario infinito. Pero atentos, ¡Oh
nobles y magnánimos puristas del respeto a los mayores, la moral (correcta) y las formas ya
enseñadas y repetidas hasta el hartazgo! No se trata de un insulto enmascarado en lenguaje
inclusivo new age. Es por el contrario un collage que, se cree, él mismo envió en vida (¿con
tono irónico?) a “los murgueros de Carapachay”. Y así como esa, otras fotos tomadas del
propio museo sarmientino, adornan la narrativa de Jurado Naon, dejando la marca de la nueva
colección Vita nuova de la editorial Leteo, cuyo formato permite llevar adelante la lectura con
la dinámica que merece, así como un azul claro intenso de sus tapas atrae la mirada del lector
compulsivo que en una librería cualquiera no puede evitar tomarlo en sus manos y (h)ojear de
qué se trata.

“Do-Do…Do-Don Domingo- me dijo, repitiéndose, el santo insoportable (tan angelical que
sospeché alas de ángel arrugándosele dentro de la joroba)-. Me han mostrado los impresores,
nerviosos como telégrafos, el artículo dado para mañana…
-Lo siento, soy un hueso
– ¿Ha calculado usted las consecuencias? ¿Calculado, realmente, lo que viene? ¿Lo que se
avecina? ¿El desastre? Las nubes se tiñen de azafrán y el Pacífico crece en turbación. Ayer, sin
más, un pescador exhibió, ante atónita turba, un pulpo de madera que ladraba.
-No creo en presagios
-No es presagio, es evidencia.
-Nada es evidente cuando un país entero le da a uno la espalda.”

La rescritura de Sanmierto permite jugar con su arma favorita: la palabra escrita; la prolijidad
prosaica de un maestro que enseña a escribir usando todos los signos de puntuación y orden
sintáctico que corresponde aun cuando opina del aspecto físico de sus visitantes conectando
sus pensamientos en una catarata de conceptos asociados, es una tentación a la manipulación
de los signos y los momentos de corte sin autorización:

“Hizo hincapié, Tamini, en este aspecto: la ausencia de vello en Sandes. Aun en un álgido
momento como aquel, la visión repentina del vientre cándido de su paciente lo llenó de una
calma que. Se tomó, Tamini, un tiempo para explicarse: la panza sin pelos de Sandes se le apareció como una curiosidad aparentemente menor, que con el paso del tiempo se revelaría
de una importancia excesiva, abrumadora. Se imaginó a sí mismo en el futuro, con el cuerpo
anciano y rupestre. Se vio con las ancas acurrucadas en almohadones rechonchos y una copa
de borgoña en la palma de la mano extendida hacia lo alto…”

Civilización y barbarie. Su fisura es el núcleo de nuestra patria ganadera. Acabar con eso es tan
inviable como cambiar de bandera y moneda (discusiones que dos siglos después seguimos
manteniendo con el mástil en alto como el primer día). Pero el ejercicio de sostener
contrafácticos o interpretaciones de la historia en cinco palabras, es nuestra mayor fuente de
inspiración. Hasta tanto eso no cambie, abusemos de nuestros próceres: ¡Honor y gratitud!

Adrián Minzi
Publicada en Evaristo Cultural el 10/09/2019

Reseña: Berisso, 1928, de Daniel Samoilovich

Berisso 1928. La vida futura Daniel Samoilovich Bajo la Luna, 2023 Berisso 1928. La vida futura de Daniel Samoilovich (Buenos Aires, 1949) ...