Reseña: San Miguel, de María Lobo

Un tema propio y el tono epiceno

San Miguel, de María Lobo (Qeja, 2022)

por Emilio Jurado Naón


Muy al contrario de lo que supo instalar cierto vanguardismo despolitizado, el tema es lo que más importa. Los demás aspectos de un texto se ordenan en torno al tema, que, bien elegido, puede intervenir en la cultura establecida por la vía de lo nuevo. ¿Sobre qué se puede escribir? Y, ante todo, ¿quiénes pueden abordar tales o cuáles tópicos, y quiénes no?

En la novela San Miguel, un grupo de artistas de una residencia chaqueña se empecinan en estas atribuciones: “los escritores de la provincia deben escribir acerca de su lugar geográfico. Ellos tienen que escribir acerca de ese espacio que a nosotros [los escritores de la ciudad] nos queda lejos”. Contra la división nacional de los tópicos, María Lobo ataca este núcleo ideológico a fuerza de anacronismos y disonancias. Mientras se supone que desde las ciudades hay que escribir sobre un “futuro inquietante”, la narradora capitalina de San Miguel trabaja con los consumos culturales del pasado, construye climas y geografías mutantes (como los cerros nevados del Chaco) y pone en cuestión la correspondencia de literatura y actualidad. 


San Miguel se lee como la preparación de una novela. Una novela de amor que quiere ser epistolar pero superpone los mensajes al amado ausente con consideraciones sobre el amante presente; una escritura que fantasea con videoclips de R.E.M. pero se entrega a la monotonía y la pausa abrupta; una novela que reniega de los mandatos regionales aunque hace énfasis en las formas específicas del habla. Una novela de tesis cuando eso es lo último que se espera. Así entonces, San Miguel va alejándole la carnada al lector ideologizado y defrauda toda ilusión de encontrarse frente a otro producto con denominación de origen en el mercado pretendidamente federal.

Y está el tema pero también el tono; un tono que rinde homenaje al colores anacrónicos de E.T. y Reality bites; un “tono epiceno”, como acuña la narradora, que no distingue géneros, aunque no por muy neutro se evada de la polémica (“El viento no me arrasa./ Lo sabe cualquiera que haya nacido en San Miguel”) ni de las disonancias. Como le sucede a un cellista cuando las vibraciones de una cuerda coinciden con las de la caja y se produce el acople que se conoce como lobo, la escritura de María Lobo avanza analítica y en espiral, acopiando figuras mundanas (letras de canciones noventosas, montículos de suéters en el suelo que evocan fantasmas, diálogos banales levemente desfasados), en un relato que desentona voluntariamente, tanto en tema como en expresión, con el denominador común de la narrativa actual, y en esa desarmonía encuentra su riqueza.


Publicado en Ideas (La Nación) el 29/05/2022

https://www.lanacion.com.ar/ideas/resena-san-miguel-de-maria-lobo-nid21052022/

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