Pero aun así, de María Moreno


Leer autoras mujeres, leer Chile, leer en presentaciones públicas, leer a los muertos. María Moreno (Buenos Aires, 1947) ordena Pero aun así. Elogios y despedidas en cuatro apartados que la presentan, en tanto escritora, crítica, cronista y biógrafa, como una lectora fundamental.

Si hubiera que sintetizar a María Moreno, psicoanálisis, feminismo y crítica literaria son los tres ingredientes fuertes que componen el cóctel de su escritura. Por supuesto que también peronismo y periodismo, los géneros y los bares, y la autobiografía en contrapunto al testimonio generacional (desplegado como una política de los nombres, tan afín a la poesía chilena que lee) forman parte de sus asuntos principales. Pero aun así intensifica ese entramado, aunque esos temas no dejan de ser subsidiarios a las tres teorías que marcan su forma de leer y cuya mezcla específica consolida su sello de autora. Porque así como Moreno señala en Fogwill un modus operandi consistente en vilipendiar a terceros para expandir la circulación de una marca autoral en el circuito de la cultura, la operación de Moreno busca también (aunque sin el agravante del agravio gratuito) construir una estética personal entreverada en la lectura de los otros.

“¿Exagero? No: leo”, dice cuando escribe sobre la activista Lohana Berkins, a partir de cuya semblanza se atisban principios comunes: “Es que el nombre propio trans, como el nombre de guerra del militante clandestino, es una cifra más allá de su uso práctico; en cada uno de ellos está la voz de aura de un proyecto autobiográfico que descree del referente, un logo y una voluntad políticos”.

Quizá sea momento de confirmar que el nombre “María Moreno” bajo el que se reconoce la serie títulos, artículos y apariciones de una obra-vida (o una obra desabrida, que descree de e impugna la idea falocéntrica de la obra con mayúscula, que en su caso aparece condensada en la figura de la “novela poronga”) es menos un simple seudónimo adoptado por Cristina Forero hace tiempo que la propia pieza literaria en sí (o para sí).

La frase del título, “pero aun así”, se revela como la admisión de que, si bien se sabe que todo relato (biográfico y autobiográfico) es una ficción, no por ello se lo deja de leer o escribir como si fuera “la vida misma”. La expresión resuena, también, en la escritura obstaculizada por las rémoras del reciente ACV que sufrió, como cuenta la misma autora en la introducción. Un contexto de publicación y escena de faena que María Moreno resuelve de manera orgánica, proteica de sentidos, insistiendo en la convicción de que todo ejercicio de escritura necesariamente involucra y pone en juego letra, cuerpo e identidad.

Publicada en La Nación el 30 de diciembre de 2023.

Pero aún así
María Moreno
Random House
384 páginas


Devoto, de Javier Fernández Paupy


En una actualidad mediatizada que aparenta estar al tanto de todo lo que sucede en cada rincón del planeta, es probable que el genio de una crónica dependa menos de la elección de un objeto que de su correcta delimitación. Temas, personas, lugares, acontecimientos sobran y ya han sido abordados, potencialmente, todos. Las posibilidades de recorte, en cambio, son infinitas, y Javier Fernández Paupy maneja la trincheta del lenguaje con habilidad. “Cuando recibí el correo que confirmaba la suplencia me alegré. Necesitaba el dinero. Además, nunca había dado clases en un penal y me entusiasmaba la posibilidad de conocer Devoto por dentro”; así empieza Devoto, señalando una motivación principal del cronista, económica, y otra secundaria, que será en definitiva la que motorice el ojo intra muros, hasta donde se le permita llegar. Porque, así como la suplencia en el CUD delimita la experiencia en su duración, la institución, con sus normas específicas para los docentes de guardapolvo blanco, condiciona los espacios que el cronista podrá, o no, recorrer.

Una vez planteadas estas fronteras, Fernández Paupy recolecta postales visuales del edificio y fragmentos de discursos que intervienen los pasillos, objetos y personas: “alguien había escrito en fibra negra: REAL HASTA LA MUERTE”; “desde una de las ventanas enrejadas del penal, extendieron una bandera que decía: LA RESOCIALIZACIÓN NO EXISTE”; “en el brazo izquierdo, una luna y un sol. Adentro del sol decía YONI”. Así también, el cronista sintoniza y transcribe la lengua de quienes habitan el presidio (los presos, pero también guardias y funcionarios del departamento educativo). El lenguaje oral, cual llave maestra, permite al cronista y al lector ampliar el alcance de lo que pueden conocer de Devoto: con el relato de los internos nos llega el hálito de los pabellones, los distintos ranchos en que se organizan, el patio, los intercambios de mercadería de una ventana a otra, el comedor, las zonas de visita, los camiones de traslado a otras cárceles del país.

En la conversación con los presos, además de la jerga tumbera, aparece un saber específico relacionado a la burocracia penitenciaria y judicial: habeas corpus, carátulas de expedientes, la distinción entre estar procesado y condenado. La escuela, los internos coinciden, es una forma de “ser mejor persona”, pero forma parte, al mismo tiempo, de la estrategia para hacer buena conducta, sumar puntos y aliviar meses o años de reclusión. Y aunque Devoto pone de relieve la curiosidad antropológica (Fernández Paupy indaga en hábitos de consumo, historias de vida, usos y costumbres del penal), los protagonistas inquieren con la misma avidez al autor, acerca de la vida del otro lado de los muros (“Quizás, cualquier preso considere, en lo más profundo de su ser, que los que no están presos viven en otro planeta”). La literatura, objeto en sí de las clases, está presente en el intercambio del aula, pero difuminada; es menos un material de la crónica que un pivot sobre el cual rota y se dinamiza el discurso de los estudiantes: “leímos un relato muy breve sobre un gato y un ratón. Era una alegoría. Al final, el gato se comía al ratón. El tema, según Alejandro, era la desesperación de tener que conseguir una alternativa para algo imposible”. La exégesis de fábulas, cuentos y poemas por parte de los presos hace proliferar sentidos y expande, en el imaginario de la conversación, los sentidos de la experiencia carcelaria.

El final de Devoto, casi como coda, transpone el límite que se había impuesto. Fernández Paupy sigue en comunicación, por Facebook, con uno de los estudiantes. A pocos meses de obtener su libertad, Fabio le pide un par de zapatillas, plata o mercadería; el profesor accede solo a acompañar con la charla. Y entonces el contacto con Devoto se prolonga un tiempo más, con retazos de fotos, textos y audios que permiten ver y saber algo más de la vida en los pabellones hasta que, de repente, se corta.

Publicada en revista Ñ en diciembre de 2023

Devoto, de Javier Fernández Paupy

Mansalva

2023

Apuntes sobre TRINCHETA de Juan Rocchi

Yo también fui joven, como Dillom. Y mientras eso (la juventud) ocurría, y mientras en la primera década del siglo se publicaban carradas de...