Tokio, estación Ueno, de Yū Miri
Traducción: Tana Ōshima
Impedimenta, 2022
Fragmentos de la historia en el centro de Tokio
por Emilio Jurado Naón
Un fantasma recorre la estación Ueno; no es el fantasma del comunismo, pero sí el de un miembro de la clase obrera. Kazu, un trabajador golondrina proveniente de la prefectura de Fukushima, narra la novela Yū Miri Tokio, estación de Ueno bajo una presencia espectral que le permite abarcar la historia de Japón desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Habiendo renunciado al descanso que le aseguraba el Budismo de la Tierra Pura, el espíritu de Kazu se ve conjurado por el chirrido de los trenes en una de las estaciones más importantes de la capital nipona y contempla, en el anonimato que caracterizó su propia vida, la pesarosa llanura del tiempo en la que se entrelazan remordimientos personales y la degradación paulatina del tejido social.
A contrapunto de las conversaciones banales de los paseantes y las viñetas fugaces con las que registra la milimétrica rutina de los sintecho en las inmediaciones de Ueno, fantasma que inventa Yū Miri cuenta una historia de Japón atravesada por guerras, desastres naturales, y conflictos políticos a partir de los monumentos, museos y memoriales del parque, y así convierte un punto neurálgico de Tokio en una sinécdoque nacional. En tanto este espacio constituye el perímetro de la novela (y los límites dentro de los que se mueve su narrador), la medida del tiempo la brindan los recuerdos de Kazu: pescador desde niño, luego albañil en las obras de construcción para los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Japón (1964), y finalmente devenido sintecho, una vez que la súbita concatenación de muertes en su familia (su primogénito y su esposa) y el desempleo lo anularan para la vida social.
Víctima del azar, la melancolía y un sistema económico despiadadamente competitivo, el protagonista de Tokio, estación Ueno concibe su vida como un negativo perfecto de la de su adorado emperador Hiroito, de la misma edad y cuyos respectivos hijos comparten año de nacimiento: “Ahí estaban, nada menos que el emperador y la emperatriz, delante de mí, mirándonos con unos ojos que no puedo describir más que como generosos y llenos de bondad, sonriendo con unos labios que jamás han conocido ni crimen ni vergüenza. No es que pudiera leerles la mente con solo mirarlos a la cara, pero no era una sonrisa falsa como la de los políticos o la de los famosos. Y me pregunté cómo sería tener una vida así, en la que nunca se ha experimentado la dificultad, la codicia o la perdición…”
La sutil, aunque no por ello menos rotunda, crítica al régimen laboral y al individualismo japonés que Miri despliega por acumulación, paulatina y parsimoniosa, es desplegada mediante estrategias varias. Algunas, propias del naturalismo, como el estudio de campo de la vida cotidiana de personas en situación de calle (vergüenza inconfesable para la niña bonita del capitalismo mundial); otras, del realismo social, como la ambiciosa tarea de unir la propaganda gubernamental de los Juegos Olímpicos (planificados para el 2020) con el desastre nuclear de Fukushima (2011) y presentarlos como dos emergentes de un sistema social asimétrico que dispone de su población con la misma displicencia que a un envase descartable.
La atención de Miri hacia la historia social y económica coexiste, y se complementa con una historia fragmentada compuesta por detalles: impresiones de un velorio budista, conversaciones sueltas, cantos de pájaros, los cambios del sol y la acción de la lluvia sobre los objetos arrumbados de los sintecho por orden de las autoridades. Así, la tracción del tiempo y la belleza se tensionan en el relato de Kazu; a veces, las flores artificiales junto a un memorial claudican ante el paso de los días, “han perdido el color y sus tallos se han torcido”, y en cambio las rosas del pintor Redouté, en una muestra junto al parque, se destacan por estar fuera de contexto: “Las rosas florecen ajenas a la realidad del pasado y siguen vivas en el papel como flores fantásticas de otro mundo”. En ese vaivén de la historia y de las cosas hace equilibrio Tokio, estación Ueno.
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Publicada en Ñ (Clarín) en algún momento de noviembre/diciembre 2022
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