En su último libro, Emilio Jurado Naón retoma la figura del prócer y juega con el lenguaje reorganizándolo para proponer nuevas formas literarias experimentales.
Sanmierto, Sarmiento, Sarrrrniento…
Terminado el Sanmierto de Emilio Jurado Naon es inevitable caer en esta y otras confusiones
ortográficas indignantes para la Real Academia. Así como el orden del lenguaje que debe
emplearse para escribir una novela, relato o un poema se ve vituperado. Pero nada de eso es
Sanmierto, en realidad, sino más bien los relatos de vida del prócer mitrista y patriótico por
excelencia. Para ello hay un uso de la prosa que, si Sarmiento viviera, estaría orgulloso de
haber hecho escuela. ¿Cómo volver a hablar de Sarmiento – tal vez junto con el Martín Fierro-
el y los poemas esfingos fundamentales de nuestra patria fundadora más remitidos por la
literatura de todas las direcciones y sentidos políticos? Parodiándolo, por supuesto. El
parodiador parodiado. La farsa se repite.
“Estaba frenético, demente, y concebí (uñas chirriantes contra la mesa de caoba, arruinada su
limpidez pura por las rayas paraleloides de un pentagrama colérico) la idea sublime de
desacierto de castigar a Chile entero ¡Chile todo!, de declararlo ingrato, vil frenético infame.
Me imaginé de crudas botas de montar y montándome a Chile entero, todo Chile: yo arriba
estrujando los lados de un potro indómito que, cimbronazo a cimbronazo, cedía. Y se volvía
pasivo ante mis descargas sádica ¡plaum! ¡pla! Con el látigo de tres puntas laceraba el lomo de
la bestia, los ojos eyectados en sangre, resoplando mucosa burbujeante por los lagrimales y
eyaculando baba entre labios de complot.”
Retomar una de las mejores plumas de la nación agropecuaria y sus propias autoreferencias
vivenciales, pilares estructurales de la literatura argentina, y reescribirlas es la consigna. El
lenguaje del maestro del aula evolucionó y ahora en Sanmierto se expresa en un presente
literario de un país que, estoy seguro, nunca soñó; donde priman desde obras de
problemáticas burguesas del norte citadino en lenguaje grabado y escrito por escribas
electrónicos, hasta las más interesantes (y las que nos gustan) reinterpretaciones de nuestras
obras clásicas literarias con nuevas perspectivas como La China Iron, pasando por reescrituras
de una historia Argentina que nunca existió en esta dimensión – pero sí en otros multiversos,
¿quién sabe?- como un episodio en la vida del pintor viajero o, entre otros, la antología de la
literatura Argentina de Jimena Schere, jugando con un lenguaje castellanizado rioplatense que
ha cambiado en sus fonemas como debe cambiar en su sintaxis.
“Blanca como los almidonados alumnos de la Escuela de la Patria.
-¿Qué patria? ¿La mía o la suya? A no confundir. Usted abusa de las comparaciones, recurso
filoso si los hay.
-Pero, Domingo Faustino… está perdiendo el hilo de la parábola.”
Sanmierto es un personaje de escritura pegajosa más propia del siglo de oro español que de
las literaturas revolucionarias de Latinoamérica, pero en el humor radica su impronta. La ironía
oculta (o no tanto) dentro de una terminología de otro siglo (renovando su frescura alternando
onomatopeyas e interjecciones) y oraciones enumerativas, podrían llevar al lector al olvido de
la temática que trata, pero un giro donde se entiende que tales palabras no eran más que un
insulto a una patria (¿cuántas hay?), el cercenamiento de una niña, el seco y grietoso desierto
sanjuanino o los compañeros de armas e ideas y sus peculiares fisonomías, eleva la oración y
descansa la vista. En los giros permanentes pasamos de interpretar los detalles microscópicos
de la biota verde pampeana a cómo avanza un ejército de manera zigzagueante para organizar
una república o un simple motín que acabe con la nación antes de nacer. Una dinámica
adictiva que no se detiene hasta el punto final, donde, mención aparte, aparece un posfacio crítico y destructivo del verdadero enemigo (examigo) intelectual del padre del aula: Juan Bautista Alberdi.
La propia escritura citada del prócer permite jugar con las formas y enredarse con palabras
abriendo múltiples relecturas y liberando también mundos imaginarios, fantasiosos,
metafóricos, que pueden estar ocurriendo como también pueden ser parte de la mente del
narrador que piensa como interactúa; en voz alta (¿o escrita?). Sin faltar también, eso que
tanto nos gusta a los criollos: sangre y escatología.
“Yo quedé con la mente enturbiada; pero, qué hacerle: me abrí el cráneo con un cortaplumas
– obsequio de despedida que Montt había sabido ofrecerme en mi vuelta a Chile – y descuajé
cerebro y cerebelo para, acto seguido, sumergirlo en una pecera de desbordante vinagre (…)
Momentos después llegó el Dr. Tamini y ordenó que me volvieran a colocar las partes en el
vacuo cráneo. Los vasallos del gobierno central se agitaron en derredor y acataron órdenes: la
tapa fue cerrada pero quedó medio abierta: ¡clanc clanc!”
La portada del libro muestra a un Sarmiento transvestido de dama antigua con un abanico, sin
perder su clásica mirada ilustre hacia un horizonte imaginario infinito. Pero atentos, ¡Oh
nobles y magnánimos puristas del respeto a los mayores, la moral (correcta) y las formas ya
enseñadas y repetidas hasta el hartazgo! No se trata de un insulto enmascarado en lenguaje
inclusivo new age. Es por el contrario un collage que, se cree, él mismo envió en vida (¿con
tono irónico?) a “los murgueros de Carapachay”. Y así como esa, otras fotos tomadas del
propio museo sarmientino, adornan la narrativa de Jurado Naon, dejando la marca de la nueva
colección Vita nuova de la editorial Leteo, cuyo formato permite llevar adelante la lectura con
la dinámica que merece, así como un azul claro intenso de sus tapas atrae la mirada del lector
compulsivo que en una librería cualquiera no puede evitar tomarlo en sus manos y (h)ojear de
qué se trata.
“Do-Do…Do-Don Domingo- me dijo, repitiéndose, el santo insoportable (tan angelical que
sospeché alas de ángel arrugándosele dentro de la joroba)-. Me han mostrado los impresores,
nerviosos como telégrafos, el artículo dado para mañana…
-Lo siento, soy un hueso
– ¿Ha calculado usted las consecuencias? ¿Calculado, realmente, lo que viene? ¿Lo que se
avecina? ¿El desastre? Las nubes se tiñen de azafrán y el Pacífico crece en turbación. Ayer, sin
más, un pescador exhibió, ante atónita turba, un pulpo de madera que ladraba.
-No creo en presagios
-No es presagio, es evidencia.
-Nada es evidente cuando un país entero le da a uno la espalda.”
La rescritura de Sanmierto permite jugar con su arma favorita: la palabra escrita; la prolijidad
prosaica de un maestro que enseña a escribir usando todos los signos de puntuación y orden
sintáctico que corresponde aun cuando opina del aspecto físico de sus visitantes conectando
sus pensamientos en una catarata de conceptos asociados, es una tentación a la manipulación
de los signos y los momentos de corte sin autorización:
“Hizo hincapié, Tamini, en este aspecto: la ausencia de vello en Sandes. Aun en un álgido
momento como aquel, la visión repentina del vientre cándido de su paciente lo llenó de una
calma que. Se tomó, Tamini, un tiempo para explicarse: la panza sin pelos de Sandes se le apareció como una curiosidad aparentemente menor, que con el paso del tiempo se revelaría
de una importancia excesiva, abrumadora. Se imaginó a sí mismo en el futuro, con el cuerpo
anciano y rupestre. Se vio con las ancas acurrucadas en almohadones rechonchos y una copa
de borgoña en la palma de la mano extendida hacia lo alto…”
Civilización y barbarie. Su fisura es el núcleo de nuestra patria ganadera. Acabar con eso es tan
inviable como cambiar de bandera y moneda (discusiones que dos siglos después seguimos
manteniendo con el mástil en alto como el primer día). Pero el ejercicio de sostener
contrafácticos o interpretaciones de la historia en cinco palabras, es nuestra mayor fuente de
inspiración. Hasta tanto eso no cambie, abusemos de nuestros próceres: ¡Honor y gratitud!
Adrián Minzi
Publicada en Evaristo Cultural el 10/09/2019
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