Apuntes sobre TRINCHETA de Juan Rocchi

Yo también fui joven, como Dillom. Y mientras eso (la juventud) ocurría, y mientras en la primera década del siglo se publicaban carradas de libros de autores nóveles –porque circulaba divisa, florecía el mercado editorial, los sellos independientes soñaban con dar el salto (tiradas off-set y alquiler de amplias oficinas mediante) y transicionar de pequeña a mediana empresa–, la gran inquietud de la que pocos hablaban era en qué consistía, ya no la mocedad biológica del autor declarada en el pasaporte de la solapa, sino la juventud estética de su texto. La confusión estaba a la orden: el régimen de novedad que bombeaba la circulación linfática de las bateas proponía lo nuevo biológico como valor de mercado, portador de una supuesta actualidad. Los entonces jóvenes también discutíamos sobre el sentido de tal concepto que, inopinadamente, nos venía a incluir, pero en OTROS términos: una nueva generación política y la generación de una nueva crítica. Lo bueno era lo nuevo (Selci dixit), sí, pero la juventud, aunque protagonista, no era garantía automática de valor literario.

Después la juventud pasó de moda. Hoy, para el buenismo literario, joven es sinónimo de lo desconocido, o del Otro absoluto: “los jóvenes son libertarios”. Nada nuevo; en los noventa el sentido común era “los jóvenes son drogadictos”… El desafío para el primer libro de poemas de un autor novel en Argentina sigue siendo el mismo: discutir el sentido común sobre la juventud de la época y proponer una forma artística innovadora. El poema en conversación con (o discusión o interpretación de) su época debería ser un parámetro general, sea cual sea la edad o trayectoria del autor; en el caso de los escritores nóveles, se da la oportunidad de una metonimia intensa acerca de lo nuevo. ¿Qué mejor cosa puede proponer un primer libro de poemas que hablar sobre la juventud de su tiempo en una forma estética nueva?


***


Juan Rocchi tiene 29 años y acaba de sacar su primer libro, Trincheta. A la luz de estos poemas, su actividad crítica previa –que va desde un ensayo "Fumar Fogwill industrial" publicado en la revista Rapallo hasta reseñas picantes en Hurlingham Post, y otras acciones y textos similares que concentra en su blog y newsletter Más convertidos– da la sensación de ser una preparación del terreno; o, el poema Trincheta, una continuación de la crítica por otros medios.

masticar hielo. Esto
es la crítica

Trincheta es un poema de largo aliento, narrativo, escanciado en movimientos cortos, en el que varios personajes (Choco, Toto, Dragón, Ch y el propio Trincheta) sostienen discusiones de estética política y, entre salidas nocturnas y planificaciones intramuros, deciden pasar la realidad por una criba para ver qué queda. Y qué sirve de lo que queda. Antes que quedarse viendo cómo se forma escarcha en un freezer viejo para comprobar que el hielo “solo es producto del tiempo pasando” las voluntades que se reúnen en el poema fuerzan las condiciones dadas con tal de pasar a la acción.

Hacia el final de Trincheta, el hielo, un motivo que reaparece, cobra otro significado al volverse EL ELEMENTO que puede garantizar, no solo el filtrado de la conciencia de sus protagonistas, sino también la reagrupación de ese pensamiento/acción que, hasta entonces, estaba balcanizado:

La conciencia
en un balde de hielo.

Lo que se filtra hacia
abajo se dispersa
y vuelve a agruparse
en el fondo de plástico.

La gran tragedia de estos jóvenes universitarios, militantes estudiantiles, traumados por una realidad mediatizada por pantallas e interiores agorafóbicos, cínicos e idealistas en partes iguales, es la fragmentación del campo social. Buena parte de los primeros movimientos del poema se estructuran a la par del análisis de situación que las jóvenes voces de Trincheta se ven impelidas a llevar adelante antes de pasar al acto. Antes de saber qué hacer hay que saber con qué hacer, parecerían pensar; conocer cuáles son las herramientas con las que contamos. En esos primeros tramos del poema, se pasa revista a varios tópicos contingentes a la juventud; así, redes sociales, trabajo, estado, sustancias recreativas, música, militancia y vida social en general son problemas caracterizados en cuanto a su actualidad real y sopesados en tanto las funciones que pueden cumplir. Su (plausible) utilidad contemporánea.

Si bien, se sabe, los versos no se cortan (sino que empiezan y terminan donde empiezan y terminan) los versos de Trincheta sí quieren cortar, como alienta la imagen del título; o más bien: recortar. El primer corte es transversal: un recorte de clase que, muy contrario a lo que sucede últimamente en poesía y narrativa argentina (vide "¿Dónde está la imaginación?" de Sofía de la Vega, en la flamante revista de crítica en papel Los años veinte), no es un muro de contención que resguarda al autor y su texto de las injusticias sociales en un aséptico Kleingarten porteño; en el caso de Rocchi sirve para asumir un punto de vista realista desde el que se escruta la juventud estratificada. Transporte, cuidado doméstico, entregas a domicilio dividen la franja etaria entre una “feta de juventud” que satisface sus necesidades varias a través de servicios tercerizados vía pantalla, y la “perrada pre/ cariada” que, del otro lado, estresa la cadena de las bicis mientras recorre la ciudad a la noche.

La relación mediada entre las distintas porciones de la juventud se expresa, en un poema en particular, mediante la incorporación del léxico tétrico heredado del terrorismo estatal. Las tareas de cuidado, tan relevantes para la opinión pública durante la pandemia, son presentadas bajo el yugo de grupos de tareas.

Una feta de juventud viaja en autos
alquilados por las noches
terceriza la conducción como un escuadrón
de inteligencia.

Saca a los extranjeros de sus casas
                   los arrastra
a pasear por las calles vacías
y los puntúa.

Tercer cordón autoestéreos
modificados trenes
y bicicletas con cadenas oxidadas forman
un circuito;
una circulación de efectos en código.

Se mantiene la pata
entera de la perrada pre
cariada, llena de diminutas
filtraciones.

Lo que sí
esta es la artillería descartable:
fundas de celular
cierres relámpago y auriculares.

Los resequitos que salen a la calle
a limpiar casas ajenas, salen
a la calle a hacer tareas
                de cuidado.

En el canto textural de la cadena
se escucha la pregunta cuál es cuál es
la verdadera
                                            juventud.

Cuidado con el escuadrón de tareas de
cuidado que si lo vuelven
un trabajo te pueden despedir.

Ante la pregunta que chirría en la cadena del canto textural –"cuál es cuál es/ la verdadera/ juventud"–Trincheta articula un CONTRACANTO que, con tal de volverse un antídoto contra la solemnidad, recupera la lectura cínica. No el cinismo como lo definió Zizek ("Saben que está mal e igual lo hacen") sino esa conciencia de perro que permite nombrar las contradicciones incómodas para el buenismo (los buenistas "saben que está mal pero no lo dicen"); entre otras, la de la precarización laboral contemporánea: si tu changa vía apps se vuelve un trabajo registrado te pueden despedir.

La cosa pura en una mesa
cubierta de paño, la cosa
pura depositada, la
cosa pura subraya a los cínicos
                cebando mate en el Donbas.


***


Ya Rocío Kiryk subrayó, en lo que fue quizás la primera reseña sobre Trincheta, el "recorte del campo perceptivo" que articula todo el poema; es tanto modus operandi como espíritu constitutivo: hay que cortar, operar sobre la data que brinda la percepción. Incluso a sabiendas de que SIEMPRE hay algo que queda afuera. Kiryk pone el puntero en "los contra" (una suerte de agrupación estudiantil ¿oficialista? que brilla por su lateralidad: son vistos con el rabillo del ojo y los cuchillos que "afilan contra el piso" son el ominoso contra-contracanto de Trincheta: cutter contra cuchillos, ¿quién recorta al recortador serial?) pero también el personaje ubicuo de "la cosa pura" existe en el poema como garantía de eso que no se puede asir, solo apenas nombrar. La cosa pura o la cosa en sí o el valor monetario o el capital financiero: la cosa pura es un ente que "ceba mate en el Donbas" pero también baila y fluye mientras las voces del poema se desanudan los sesos intentando interpretar la realidad. El poema da vida, personalidad quizás, a la cosa pura, maleable, deseable, pero la cosa pura es muda: no va a hablar en este poema. Es ejemplo nomás, ejemplo de lo que queda del otro lado del contorno (segundo recorte), la delimitación consciente, forzada y forzosa, de la percepción. 

La "pulsión escópica" (Kiryk dixit) atraviesa el texto y se inserta en un paradigma o una tradición de la ética y estética de la mirada, presente en buena parte de la poesía argentina. Se podría trazar una serie que uniera: (1) la naranja de Darío Canton (La corrupción de la naranja, 1968) ejemplo precursor del objetivismo, según Martín Prieto, en su consigna de "mirar hasta que se pudra"; (2) el pomelo de Seudo (2000) una pieza más entre otros utensilios y materiales que forman parte de la cocina del segundo libro de Martín Gambarotta, y para cuyo corte está dado / no está dado el contexto, y (3) el ajo de Juan Rocchi:

Partió el ajo por el eje
vertical como un ojo vejado
de forma transversal la norma
que rige la raja
le sonroja la córnea.

El ojo está incluido en la acción de corte, y no sale ileso de la operación. El cítrico, por otro lado –de la naranja al pomelo–, es suplantado por un bulbo comestible que, como la cebolla, pude irritar el ojo al picarlo. Como la cebolla también, creció bajo tierra y de su fruto debe hacerse algo antes de que germine en la heladera (algo que no sea cometer la degradación de caramelizarla). En este tránsito comestible resuena una ALIANZA GENERACIONAL con otro autor joven que, como Rocchi, viene a releer el objetivismo y la poesía de los noventa; Manuel Pérez quien, en Maples (2021), a pesar de centrarse en la mirada, vivisección y reproducción semántica de un huevo, dedica también una estrofa al bulbo cebollil:

La cebolla  
bajo tierra 
hace muchas cosas, 
pero nunca  
pudrirse 

Para otros poetas, no estos, estar bajo tierra equivale a estar muerto. Si una pala sirve para algo es para cavar en la tierra y si se cava en la tierra es para hacer un foso, porque, como Trincheta se ocupa de marcar la cancha rápidamente, "acá hay mucha experiencia/ de vanguardia pero no de trinchera".

Un desvío: La coincidencia en el uso del adversativo para introducir en ambos casos una afirmación por su negación –"pero nunca pudrirse";"pero no de trinchera"– es una de esas causalidades que habilitarían a señalar, extremando la exégesis, un vigor común ¿generacional? que por el momento sabe contra qué oponerse pero todavía está en trance de encontrar una afirmación a todas luces propia. (Nada de qué alarmarse: de hecho, mucho mejor afirmar la trinchera por la negación que por la positiva; uno se ilusiona con que pronto la trinchera se desarmará para construir otra cosa). Fin del decurso.

No solo el ojo está incluido en la acción del corte, sino que también (y acá otra distinción respecto de la corriente objetivista pero más cercana a la poesía de los noventa), la subjetividad está incluida en el acto de mirar. Mientras que el título todavía inédito Tomas para un documental de D. G. Helder alude a la lente de una cámara, en Trincheta la pantalla líquida del celular táctil es el terreno liminal donde se tocan ojo, organismo, y el mundo entero sintetizado por la sociedad de consumo. 

Revuelve todas las comidas
del mundo en el celular hasta volverla
una masa uniforme sin gusto 
                se mezcla
con un vaho que no reconoce algo
que viene desde adentro pero no
de los pulmones sino
                de una recámara detrás de los ojos.

Lo que se pudre de tanto scrollear no es ya el objeto (la naranja de Canton) sino algo dentro del cuerpo del sujeto que sostiene la imagen en su mano sudorosa: no viene de los pulmones, que marcan la respiración del poema, sino de atrás del órgano escópico que estaba a cargo de una vigilada percepción. 


***


En lo formal, Rocchi apuesta al verso modernista, para decirlo mal y pronto; una escuela del verso como si fuera prosa, en el sentido de conservar –y aún más, potenciar– la puntuación en tanto herramienta del ritmo, que se pueden leer tanto en Marianne Moore, Denise Levertov y Louis Zukofsky (a cuyo ensayo "Sinceridad y objetivación" alude en los versos citados más abajo) como, a nivel local, en Alberto Girri, Joaquín Giannuzzi, Alejandro Rubio; solo por nombrar algunos, aunque son legión. No es la puntuación entendida como la entendía y aplicaba Leónidas Lamborghini: es el preciosismo de la prosa puesta sobre el paño del verso, sin que por eso el verso se aplique a imágenes bellas per se. El preciosismo del acabado al servicio del ojo pero también de la dicción, que pone atención tanto a la factura de cada línea como de cada estrofa.

Si bien abreva en esa tradición, Trincheta incorpora, a base de rimas internas y paronomasias, un fraseo propio del rap que actualiza a la vez que desacartona el modelo: el goce del rapeo da pie las derivas de ese cerebro analítico que se come la mayor parte del poema y al que, por consiguiente y en buena hora, aminora, contrapesa, equilibra. 

Tras ese aprendizaje se estuvo
calando el interior del cráneo
para sincera y objetiva
                mente invitar a Chapa
                rrastrosa a recorrer
el barrio con ojos renovados.

Pero Chapa no está en la casas y tira
                lírica cínica sin igual
le falla la mente y le folla 
                la lente:
quiere formar la triple entente.

Si por h o por b no se da la ocasión para "recorrer/ el barrio con ojos renovados" (como supondría la escuela modernista) entonces por lo menos sí se puede improvisar una "lírica cínica", que de mente fallada y lente follada deriva en una alianza de potencias en la guerra mundial. 

En su ensayo ejemplar "El sistema afecta la lengua" (non plus ultra sobre la poética de Gambarotta), Sergio Raimondi interpreta la afasia de los personajes de Punctum como una consecuencia verbal de la derrota política y militar de la izquierda después de los setenta. La puesta en poema, ya en los noventa, por parte de Gambarotta, de esa incapacidad de nombrar las cosas o de la dislexia con la que se presentan los carteles de la estación de micros (y que le impiden a Confuncio tomar una decisión, actuar, elegir a qué bondi se va a subir). En Trincheta el sinsentido al que llevan las rimas internas, el rapeo del protagonista cuando su conciencia analítica deriva y se ramifica, antes que expresar un bloqueo o una derrota del lenguaje a priori, se presenta como un medio (heterodoxo) de pensamiento proteico y gozoso.

Al avanzar se da cuenta
que la erotema
podría estar invertida
ser él mismo sentado
combado como una cacerola            ¿
para absorber más lúmenes impunes
que desunen y unen su mente
entreverada, el cardumen
del que rehúye para llegar a llagar
al erotema etore
eroteta ethorem ertho erotiemauo
erotemiat erotemeta eh no te meta erotem
erro themat terro
terrorteta


***

Así como la vuelta a los cínicos le permite a Rocchi interrogar la realidad social sin tabúes buenistas; así como al canto ideológico sobre la verdadera juventud él le opone un contracanto clasista (y combativo); así también, al "vaho que no reconoce" el individuo-consumidor se lo contrarresta con un análisis crítico de la cadena de consumo de la que forma parte. En el poema de la cocción del bife, Trincheta anuda fuerte el paradigma de la mirada: la cocina como laboratorio de la mirada (Canton); la cocina como espacio donde se habla la lengua política (Gambarotta); la cocina como espacio en el que el sujeto puede re-aprender su lugar en la cadena de la alimentación a base del estudio de los utensilios y evaluar "cuánto/ esperar para morder". 

Hasta hace poco sabía
más exactamente hace unos 
años sabía cómo funcionaba
su alimentación. La plancha
apoyada sobre los hierros
que bordean la hornalla prendida
esperaba que las palabras en la radio
se expandieran un rato hasta dejar
tranquilos a los azulejos y ahí
tiraba el pedazo de carne chispeante
un poco pegado y a esperar
hasta que transpire gotas
rojas y darlo
vuelta hasta que esté. Ahora no sabe
dónde empieza la compra dónde
la preparación y se ve obligado
                a buscar en los rincones
lo que tiene que unir.

Saca los cuchillos del cajón
y los pone en fila, saca
las cucharas del cajón y las pone
en fila para guardar todo junto.

Agarra el único tenedor
limpio y pincha la chapa
de la mesada, lo deja
reposar mientras se agacha por atrás
del sillón a ver si hay algo
esperando atrás.

Dibuja en el piso un cuadro
sinóptico, evalúa
si los elementos tienen que estar todos
limpios o mejor sucios. Lo que no
                sabe es cuánto
esperar para morder.

Si para algún poema cabe hablar de conclusión este es ese poema. Conclusión en términos lógicos, ya que, como buen poema de un crítico, este es fruto de un ANÁLISIS DE SITUACIÓN que involucra contexto, voluntad y forma estética. Pero también en términos narrativos, ya que al final, la solución de los personajes de Trincheta frente al diagnóstico de fragmentación social y política es definitiva: alcanzar la unión aunque duela. Los miembros del grupo se toman la cosa pura filtrada y con hielo, y mediante una serie de aparatos, la multiplicidad de sujetos se fusiona en uno solo: Trinche, que, en una coda, se proletariza. ¿La solución es agarrar la pala? Algo por ese lado parece haber en el primer libro de poemas de Juan Rocchi. De la juventud para la juventud analítica: dejarse de joder, juntarse y ponerse a laburar. 





Trincheta de Juan Rocchi
2024
88 páginas

Apuntes sobre TRINCHETA de Juan Rocchi

Yo también fui joven, como Dillom. Y mientras eso (la juventud) ocurría, y mientras en la primera década del siglo se publicaban carradas de...