Reseña: Berisso, 1928, de Daniel Samoilovich

Berisso 1928. La vida futura
Daniel Samoilovich
Bajo la Luna, 2023




Berisso 1928. La vida futura de Daniel Samoilovich (Buenos Aires, 1949) entona el canto de un trabajador comunista de origen ruso al filo de la cesantía y aquejado por pesadillas de un porvenir catastrófico. En el título se condensan características propias del objetivismo que Samoilovich supo cultivar, tanto en su obra como en la dirección del Diario de Poesía: el ojo puesto sobre una localidad específica de la periferia urbana le permite estudiar, como por a través de un prisma, el sistema económico de explotación.

Similar a El carrito de Eneas (2003), donde para la representación de los cartoneros en tanto nuevo fenómeno social se apela a la tradición clásica, Berisso 1928 busca hablar del presente desde escenarios pretéritos: así lo deja entrever el pasaje en que el joven David Bronstein perfora un papel con tipos móviles al elaborar un volante político y se pregunta “¿qué dice allí, qué de la época/ se escapa por esos puntos negros/ rumbo al futuro, a qué futuro que/ hará honor o mofa de nosotros?” Pero la formación militante de un agitador, el trabajo en el matadero, los ecos lejanos de la política soviética y el industrialismo yanqui poco parecen aportar a la etapa argentina actual; antes bien, el canto de quien podría ser “el padre o el hijo de León Trotski, pero no soy/ ninguna de las dos cosas” calza cómodo en el el museo imaginario de la política nacional, sin incomodidades ni rispideces.

La ausencia de cualquier alusión al peronismo o a su intento de negación suena a evidente escamoteo (aunque, bien mirado, podría entenderse como la evasión de un material poco afín al poeta). Y, si bien la sátira al discurso libertario es efectiva al referirse a los trabajadores “libres al fin de la necesidad de comer”, su contrafigura política en la realidad actual parece ser menos la Revolución de Octubre que aquel movimiento que aboga por justicia social y felicidad del pueblo.

De todos modos, la factura poética de Samoilovich es alta y variada: no le son ajenos el trabajo de la métrica fecunda del verso libre ni el hábil encabalgamiento ni el capricho de las rimas tanto internas como de las otras (“¡Pero estos son pescados mayorcitos,/ parientes más cercanos! ¡Estos te miran con ojos/ casi humanos!”). El hipérbaton, la imagen modernista, la enumeración concreta de entrañas y detritos, la declamación dramática y la frase coloquial aquilatada son algunos de los recursos administrados con maestría. Salvo en los versos de la vaca (que, dejándose llevar por el descuartizamiento, no se le ocurre qué cantar salvo: “¡Sin decirme ni mú/ apagaste la lú!”), el poeta demuestra que por más incierto se presente el futuro aún conserva el dominio de su instrumento, y lo tañe con holgura.


Publicada el sábado 24 de abril de 2024 en Ideas / La Nación.

Reseña: Dame spray, de Legna Rodríguez Iglesias

Dame spray
Legna Rodríguez Iglesias
Nebliplateada, 2023




Hablar de la poesía de Legna Rodríguez Iglesias es hablar de una escena artística muy distinta a la que conocemos de Argentina o cualquier otro país de la región. Cuba, donde nació, así como la historia y realidad del país (bajo el flagelo del bloqueo yanqui, que hoy vuelve a ser noticia por las graves consecuencias sobre la población isleña) no pueden dejar de leerse en paralelo a las disputas de poder con el gigante vecino. Claro que la dimensión política siempre tiene un contrapunto cultural, pero en el contexto poético cubano la lucha de ideas está a la orden del día; artistas e intelectuales asumen (dentro o fuera de la isla), tanto en la obra como en incursiones mediáticas, su rol –ya sea en favor del gobierno o de la injerencia estadounidense.

Dame spray, publicado originalmente en 2016, es quizá el primer libro de Legna Rodríguez Iglesias que sale por un sello argentino, aunque su poesía ya venía leyéndose, y circulaba en revistas y talleres locales. Y, si bien su estética tiene muchos puntos de contacto con la poesía latinoamericana de los noventa y dos mil, sería errado leerla como leemos a Fernanda Laguna o Mara Pastor. ¿Qué significa que un poema cubano se titule “Abuelo Brecht”? Poesía anticastrista, cultura masiva y sexualidad en su amplio espectro son algunas las características innovadoras que definen a la Generación Cero (grupo de poetas cubanos nacidos entre los setenta y ochenta, al que pertenece Legna). Pero las coordenadas políticas de esa camada la diferencian ampliamente de coetáneos latinoamericanos insertos en países donde rige la democracia de mercado. Sería, por lo tanto, un equívoco leer estos poemas desentendiéndose del contexto específico cubano.

Así, algunos versos en Dame spray enuncian con nitidez la posición político-ideológica desde la que se canta: tanto en el campo estético (“Aquellos escritores de clase media alta y revolucionarios/ y viejos y pedófilos, me miraban así como a una fruta/ sin jugo ni masa y sonreían cautelosos de mí,/ pequeña sabandija lengüilarga:/ la honestidad solo existe en tus pulmones”), como a nivel de la identidad sexual (“El trece de agosto cumple años nuestro comandante/ y cumple años mi tío un hombre como pocos/ que me ha dicho maricona en mi propia cara”), y de las políticas de estado (“El primer viaje de mi vida fue ilegal/ La Habana-Lima y Lima-Santo Domingo/ con una visa falsa bajo una tormenta llamada Ernesto”) los poemas de Rodríguez Iglesias suelen aunar la crítica en primera persona con una impugnación al ideario revolucionario en su conjunto.

Por supuesto que los poemas de Legna no son solo propaganda anticubana; los procesos del cuerpo en sus dimensiones escatológica y clínica, los vínculos afectivos trabajados desde una ambigüedad inquietante, y la corrosión de los mandatos sociales (Thomas Bernhard se vuelve santo y seña desde los múltiples epígrafes que le dedica Dame spray) funcionan de apoyo para la línea ideológica dominante. Una línea que, por supuesto, es también estética. A tal punto es así que disputa, irónica aunque malintencionadamente, la herencia de Brecht con la intención de convertir la propuesta social del teatro posdramático en un salmo al individualismo: “Por lo que si me coloco en el centro de la escena/ seré un ser humano libre”.

Sería inconducente pedirle ecuanimidad al francotirador. A pesar de que, en la tradición del infante terrible, Dame spray por momentos amenaza a la audiencia general, sin distinciones (“Queridos escritores de todas partes del mundo,/ observen nuestros dientes mientras aplaudimos”), los poemas de Legna Rodríguez Iglesias no atacan al gusto burgués ni al orden global triunfante. Con versos eficaces y bajo una estela pop, sus poemas se dirigen contra un enemigo puntual y, en ese escenario armado a su medida, enarbola el arte de un sujeto único, que canta para su provecho. Es, en esencia, un discurso muy alejado a cualquier disidencia progresista y más cercano al libertarismo individualista hoy en alza.

Publicada el sábado 13 de abril de 2023 en Ñ / Clarín con el título "Poesía anticastrista y sexualidad".

Reseña: Cuadra, de Máximo Chehin

Cuadra de Máximo Chehin
Bajo la luna, 2023
320 páginas





La novela Cuadra de Máximo Chehin (Aguilares, Tucumán, 1972) lleva en el título la unidad mínima de terreno necesaria para enmarcar una multiplicidad de acciones: una cuadra anónima de una ciudad ribereña en el año 2015 donde vive gente cuyas “pequeñas historias no son más extraordinarias que otras que se dieron en la cuadras siguiente” y que tienen su punto de unión y fuga en el salto de un hombre desde el balcón.

Con las sirenas de patrulleros que sobresaltan a los vecinos, Cuadra despliega, en capítulos alternados, un puñado de historias pasadas y futuras. Una empleada doméstica, luego de ser despedida, viaja al pueblo de Salta donde vivió su abuela y hereda el don de la clarividencia. Un empleado raso comienza un proyecto de energía eólica y termina fundando el emporio más poderoso del mundo con una ciudad inteligente en la Patagonia sin jamás deshacerse de un dolor fantasmal en la pierna. Un militante quebrado del Movimiento Todos por la Patria se dedica a hacer mucha plata y después perderla hasta que deviene en sin techo, asistido periódicamente por sus hijas. Una joven integrante de la UES se exilia y tiene un encuentro amoroso con el encargado de un bar lisboeta del que muchos años después su sobrina leerá que ha sido vendido.

Estas son algunas de las tramas que entrelaza Chehin en tono homogéneo y sin perder la distancia respecto de acciones y protagonistas. En menor o mayor medida, las historias tienen alguna perspectiva política pero como si se tratase de un material más, sin jerarquizar (como expone el capítulo inicial, lo mismo vale, narrativamente, un incendio inmotivado en una panadería que el secuestro de una persona por un grupo de tareas), y sobre todo sin que las contradicciones históricas produzcan ningún tipo de tensión en el lenguaje. Esto acerca Cuadra más al orden de la fábula que del realismo: los cambios diametrales en la fortuna de los personajes son inmotivados; ellos no comprenden las causas y el narrador, a pesar de su omnisciencia, tampoco las aborda. Enriquece el retablo el hecho de que los personajes sean socialmente variados (hay mucho de proyecto naturalista en la novela), aunque algunas cosmovisiones individuales pequen de cierta ingenuidad o simplismo en su elaboración –como cuando la guerra total por los últimos yacimientos de petróleo llega a un armisticio una vez consensuada su “futilidad” por parte de las potencias mundiales.


El libro de Chehin intenta superar la novela convencional mediante una estructura narrativa relativamente compleja, pero termina fomentando la idea conservadora, y bastante extendida, de que la literatura consiste simplemente contar historias, sin conflictos en el lenguaje.


Publicada en Ideas / La Nación - 24 de febrero de 2024
https://www.lanacion.com.ar/ideas/resena-cuadra-de-maximo-chehin-nid24022024/

Reseña: Buuuh! de Iosi Havilio

Buuuh! de Iosi Havilio (Entropía, 2023)



por Emilio Jurado Naón

Buuuh! de Iosi Havilio es una sucesión de más de 1500 apartados breves entre los que se cruza y superpone la escritura de dos diarios simultáneos: uno de ficción, que adelante el subtítulo “Diario de un rodaje”, anota la realización de una película internacional en Punta Indio durante una invasión extraterrestre; el otro, presumiblemente, es el diario de escritura de este último. La mayoría de las entradas consiste en apenas una línea –una primera persona que puede atribuirse a cualquiera de los dos diaristas, o bien parlamentos de los personajes que integran el equipo–, aunque algunas cobran un caudal narrativo mayor y desarrollan escenas, personajes y situaciones centrífugas.

Poco importa glosar la trama porque, si existe un mínimo interés narrativo en Buuuh!, este consiste en frustrarlo y, al mismo tiempo, señalar tal pretensión como imposible o indeseable: “Pierdo el hilo de la trama […] ¿Qué trama?”; “¡Qué paja la cronología!”; “Esto no es una novela” son algunas de las reflexiones que subrayan la voluntad antinarrativa de Havilio. 

Si bien escribir contra el relato, los géneros y el sentido no es algo novedoso en sí, es cierto que tampoco hay por qué pedirle innovación a todos los textos. Lo que sorprende en el caso de Buuuh! es que se aviene menos a desarrollar una propuesta propia que en interrumpirla mediante constantes valoraciones y evaluaciones en relación a cómo debería ser leído. Son varias las hipótesis que Buuuh! va tanteando a lo largo de las páginas para definir su propia dinámica: las tensiones y superposiciones entre literatura y vida; los tipos de escritores según su certeza y control sobre lo que narran; el crecimiento espiralado de la glicina; un diagrama en el que se entrecruzan las líneas del relato; dudas acerca de la validez de usar Wikipedia; las capas de la cebolla similares a las láminas que componen a los alienígenas invasores. No es esta búsqueda lo que obtura la lectura del libro (al contrario, si se tratara solo de una sucesión de figuras y reflexiones sobre la escritura, sería mucho más rico), sino la reincidente preocupación por cómo será valorado.

Desde conmiseraciones hacia el lector penitente (“Estás leyendo cosas que preferirías no leer. Lo lamento.”) hasta ataques preventivos contra el juicio de valor (“¿Bueno? ¿Malo? No me digas que todavía te manejás con esas oposiciones. Hablás como si creyeses en el sujeto, el conocimiento y la ética. ¿No serás un idealista, vos, no?”) alternados cada tanto con algún ejercicio poco agraciado de pedantería (“Todo esto sería una trampa atrapa sueños. Atrapa cucas. Atrapa expertos”); lo que en un comienzo puede entenderse como un texto hiperconsciente de sus procedimientos pronto pasa a mostrarse como inseguro hasta la exasperación.

No hay interés en indagar acerca de las condiciones de producción de este diario –la rigurosidad o pereza que acompañaron cada una de sus entradas quedan reservadas al plano especulativo. Sin embargo, ciertos aspectos del texto atestiguan el bajo grado de riesgo que está dispuesto a asumir: el cliché de que, en el fondo, se trata de otro diario de cuarentena (“Sí, por supuesto, todo esto que pasa, pasa mientras pasa la peste”); el rápido abandono de la propuesta realista a cambio de un flojo abordaje de la ciencia ficción; un trabajo de la oralidad que descansa en estereotipos coloquiales.

Pero quizás lo que mejor representa la ausencia de riesgo en Buuuh! es la consolidación de la frase corta como unidad mínima. Distraído en su pretensión vanguardista contra el sentido, Havilio se refugia en el formato tuit; descontextualizada, pagada de sí misma, efectista, la operación del texto se mimetiza con una de las formas verbales más cristalizadas de nuestra época sin ningún tipo de contradicción. Quizás distraído en disputas vetustas con la narratología y en controlar su recepción, Havilio descuida cualquier reflexión con los modos contemporáneas de la comunicación, se pliega a lo que viene dado y termina produciendo un libro cómodo, sin riesgo, ya leído.

---
Publicada en Ñ (Clarín) el 16 de febrero de 2024 con el título "Una glicina que se enrosca en sí misma".




Reseña: La luz de lo imposible. Los poetas de Nosferatu y Último Reino (1972-2022), de María Julia de Ruschi

La luz de lo imposible. Los poetas de Nosferatu y Último Reino (1972-2022), de María Julia de Ruschi (Ediciones Kalos, 2022)


Las memorias de una vivencia poética: Nosferatu y Último Reino

por Emilio Jurado Naón


Cuando la crítica no actúa de oficio, la historia de la poesía termina contándose en primera persona. Se puede discutir el rol de la crítica, e incluso postular su inexistencia; pero lo que se vuelve más difícil de negar es que la poesía, por la escasez de intereses económicos que concita y lo reducido de su circuito, muchas veces debe narrarse a sí misma si se quiere dar a conocer. Es el caso de La luz de lo imposible. Los poetas de Nosferatu y Último Reino (1972-2022), antología prologada y editada por María Julia de Ruschi, integrante de la revista Nosferatu (1972-1978) que, si bien no participó de la posterior revista y editorial Último Reino (1979-1998), une ambos proyectos a partir de un reconocimiento de hermandad entre ellos. Tal afinidad, que para otros integrantes es entendida como una continuidad sin solución, se debe fundamentalmente al maestro, piedra de toque de ambos grupos, coligante social y anfitrión los viernes a la noche en su departamento de Las Cañitas: Mario Morales (1923-1987).

La semblanza de este autor, quizás desconocido para una buena parte de los lectores de poesía, es de lo más jugoso de La luz imposible. En torno a su figura, las evocaciones y el chisme condensan una aire de tertulia muy propio de la sociabilidad poética: alcoholizarse, leer borradores, teorizar sobre arte y hablar mal de otros escritores fueron y son de las cosas más divertidas de encontrarse con otros amantes de la poesía. La alergia a la vida práctica, que hace al estereotipo del “poeta”, no era ajena a Morales, quien, según recuerdan los discípulos, no sabía ni cómo usar un teléfono público; así como le eran propios, por otra parte, el contagioso entusiasmo y énfasis de la lectura en voz alta, y “una especie de pureza que dan la inteligencia y la sensibilidad, aliadas en el corazón, con sencillez”. En torno a Morales se despliegan perfiles de los contertulios (René Palacios More, Jorge Zunino, Enrique Ivaldi, Álvaro Diez Astete, Daniel Gutman, Víctor Redondo, Mónica Tracey, Guillermo Roig, María del Rosario Sola, Horacio Zabaljáuregui, Roberto Scrugli, Susana Villalba, Carlos Riccardo, Pablo Narral y la propia antologadora), sus conflictos (familiares, de ego y también de género, como cuando una de las participantes se entera de que los hombres tenían sus reuniones aparte) y anécdotas que enriquecen la lectura de los poemas e incluso, en algunos casos, los superan.



En su introducción, De Ruschi reconstruye en primera persona una escena poética vernácula y germinal situada en los setenta en Buenos Aires que incorpora algunos testimonios acerca de Último Reino, pero principalmente se centra en la etapa anterior, la más oscura Nosferatu. El recorte de la memoria gregaria es nítido: dado que “en las reuniones nunca hablamos de otra cosa que no fuera de poesía”, el libro excluye de plano el contexto social (a pesar de mencionar que algunos integrantes fueron militantes y exiliados) y se resguarda en una línea común a ambos grupos: “mantener viva la conciencia de la responsabilidad del poeta en relación con el lenguaje, la custodia de la potencia sagrada del verbo que hace la misión de la poesía específica y única entre los varios usos posibles de la palabra, rasgo que los apartaba de la tendencia general de la época”.

La luz de lo imposible evade en gran medida una caracterización del contexto histórico y estético en el que se desenvolvieron sus protagonistas. Pero, aunque se presenta como una memoria personal, la antología no se limita al rescate de poemas de culto datados hace más de dos décadas, sino que pretende de prolongar, con la incorporación de poemas recientes de Zabaljáuregui y Villalba, una supervivencia actual. La licencia del subtítulo es una muestra de esta voluntad de vigencia: aunque no incluya poemas posteriores a 2019, la bajada extiende la trayectoria de “los poetas de Nosferatu y Último Reino” al año actual de publicación, 2022.

---

Publicada en Ñ (Clarín) el 20/12/2022

https://www.clarin.com/revista-n/literatura/resenas/borradores-luz-apaga_0_9C0AQOqFWy.html

Reseña: Tokio, estación Ueno, de Yū Miri

Tokio, estación Ueno, de Yū Miri

Traducción: Tana Ōshima

Impedimenta, 2022


Fragmentos de la historia en el centro de Tokio

por Emilio Jurado Naón



Un fantasma recorre la estación Ueno; no es el fantasma del comunismo, pero sí el de un miembro de la clase obrera. Kazu, un trabajador golondrina proveniente de la prefectura de Fukushima, narra la novela Yū Miri Tokio, estación de Ueno bajo una presencia espectral que le permite abarcar la historia de Japón desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Habiendo renunciado al descanso que le aseguraba el Budismo de la Tierra Pura, el espíritu de Kazu se ve conjurado por el chirrido de los trenes en una de las estaciones más importantes de la capital nipona y contempla, en el anonimato que caracterizó su propia vida, la pesarosa llanura del tiempo en la que se entrelazan remordimientos personales y la degradación paulatina del tejido social.

A contrapunto de las conversaciones banales de los paseantes y las viñetas fugaces con las que registra la milimétrica rutina de los sintecho en las inmediaciones de Ueno, fantasma que inventa Yū Miri cuenta una historia de Japón atravesada por guerras, desastres naturales, y conflictos políticos a partir de los monumentos, museos y memoriales del parque, y así convierte un punto neurálgico de Tokio en una sinécdoque nacional. En tanto este espacio constituye el perímetro de la novela (y los límites dentro de los que se mueve su narrador), la medida del tiempo la brindan los recuerdos de Kazu: pescador desde niño, luego albañil en las obras de construcción para los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Japón (1964), y finalmente devenido sintecho, una vez que la súbita concatenación de muertes en su familia (su primogénito y su esposa) y el desempleo lo anularan para la vida social.



Víctima del azar, la melancolía y un sistema económico despiadadamente competitivo, el protagonista de Tokio, estación Ueno concibe su vida como un negativo perfecto de la de su adorado emperador Hiroito, de la misma edad y cuyos respectivos hijos comparten año de nacimiento: “Ahí estaban, nada menos que el emperador y la emperatriz, delante de mí, mirándonos con unos ojos que no puedo describir más que como generosos y llenos de bondad, sonriendo con unos labios que jamás han conocido ni crimen ni vergüenza. No es que pudiera leerles la mente con solo mirarlos a la cara, pero no era una sonrisa falsa como la de los políticos o la de los famosos. Y me pregunté cómo sería tener una vida así, en la que nunca se ha experimentado la dificultad, la codicia o la perdición…”

La sutil, aunque no por ello menos rotunda, crítica al régimen laboral y al individualismo japonés que Miri despliega por acumulación, paulatina y parsimoniosa, es desplegada mediante estrategias varias. Algunas, propias del naturalismo, como el estudio de campo de la vida cotidiana de personas en situación de calle (vergüenza inconfesable para la niña bonita del capitalismo mundial); otras, del realismo social, como la ambiciosa tarea de unir la propaganda gubernamental de los Juegos Olímpicos (planificados para el 2020) con el desastre nuclear de Fukushima (2011) y presentarlos como dos emergentes de un sistema social asimétrico que dispone de su población con la misma displicencia que a un envase descartable.

La atención de Miri hacia la historia social y económica coexiste, y se complementa con una historia fragmentada compuesta por detalles: impresiones de un velorio budista, conversaciones sueltas, cantos de pájaros, los cambios del sol y la acción de la lluvia sobre los objetos arrumbados de los sintecho por orden de las autoridades. Así, la tracción del tiempo y la belleza se tensionan en el relato de Kazu; a veces, las flores artificiales junto a un memorial claudican ante el paso de los días, “han perdido el color y sus tallos se han torcido”, y en cambio las rosas del pintor Redouté, en una muestra junto al parque, se destacan por estar fuera de contexto: “Las rosas florecen ajenas a la realidad del pasado y siguen vivas en el papel como flores fantásticas de otro mundo”. En ese vaivén de la historia y de las cosas hace equilibrio Tokio, estación Ueno.

---

Publicada en Ñ (Clarín) en algún momento de noviembre/diciembre 2022

Reseña: Tercera persona, de Valérie Mréjen

Valérie Mréjen, Tercera persona, Periférica, 2022

Dar a luz de nuevo el mundo

por Emilio Jurado Naón


A medida que la curva de cualquier moda literaria entra en un declive irremontable, se hace ostensible al público lector que los asuntos de “actualidad” rozan el hartazgo; entre los cuales se cuentan, por ejemplo, las tramas e inflexiones de la maternidad. Sin embargo, cuando la repetición monotemática se exaspera en una sociedad, también puede abrirse la puerta a la experimentación formal. No otra cosa hace la parisina Valérie Mréjen en su libro Tercera persona: el compendio de impresiones desde la mirada de una madre primeriza de clase media intelectual europea cuya sensibilidad, con el nacimiento de la heredera, florece en mil y un facetas.

Tercera persona, ante todo y desde el título, es un libro inteligente; de una inteligencia sensible. La neonata representa la tercera persona que completa el triángulo hogareño; pero también nombra el recurso de la narradora, quien se apropia de la visión desnaturalizada de lo mundano y sus prístinos detalles a partir de la tercerización de la experiencia: la manera en que suponemos que un recién nacido absorbe los primeros estímulos, en realidad, surge de la visión renovada de una madre, habilitada por la aparición de este nuevo ser a su cargo.

Así, Mréjen dispone imágenes frente a los ojos de quienes leen, en un entrevero de dos puntos de vista, el de la puérpera y el de la niña, que aún se debaten por despegarse: “El taxi recorre los muelles y ella admira la más insignificante farola con los ojos de una turista embriagada, los desdichados y renqueantes pájaros urbanos, el grasiento papel pegado a las rejilla de ventilación: está extasiada con el paisaje que desfila ante ella. Le gustaría abarcarlo todo con la mirada, retener cada imagen. Se pregunta si, mediante el contacto físico, puede comunicarle ese arrobo a la pequeña, que está dormitando.”



El paseo aletargado de la hija, que se detiene en cada baldosa a apreciar menudencias, acerca el relato de Mréjen a los de Walser, con su apología de los pequeños seres y las pequeñas cosas. Y, conjugada por reflexiones contraintuitivas (como la idea de que los niños son de derecha por su inercia a prestar los juguetes), la capacidad de observación de la autora resulta en una prosa preciosa y artesanal.

El recorte que hace Tercera persona sobre su objeto y abordaje exceptúan cualquier clase de conflicto, salvo el que acercan apenas una enfermera angustiada y un sintecho que conecta fugazmente con la niña. Son condiciones casi de laboratorio las que despliega la autora en este libro, con las que destierra, en un mismo movimiento (habría que preguntarse si por necesidad o decisión), tanto el imperio del yo como las amenazas del mundo actual.


Publicada en Ideas (La Nación) el 19/11/2022

https://www.lanacion.com.ar/ideas/resena-tercera-persona-de-valerie-mrejen-nid19112022/


Reseña: Berisso, 1928, de Daniel Samoilovich

Berisso 1928. La vida futura Daniel Samoilovich Bajo la Luna, 2023 Berisso 1928. La vida futura de Daniel Samoilovich (Buenos Aires, 1949) ...